domingo, 22 de junio de 2014

CAPÍTULO 17


El bar de la plaza, el bar de la Conchi, estaba situado en la planta baja del edificio del
Ayuntamiento, ubicado en la plaza de la localidad. La explosión fue devastadora. El edificio con
la onda expansiva sufrió grandes daños estructurales, tanto de tabiques, forjados como de falsos
techos y pilares. Todos los cristales del bar explotaron al unísono y la fuerza expansiva los
empujo hacia la calle. El estallido sordo se oyó varios kilómetros a la redonda. El edificio se ladeo
parcialmente hacia el lado derecho y el establecimiento, propiedad del ayuntamiento, quedó
totalmente destruido.

Toda la gente que estaba dentro del bar en el momento de la explosión murió al instante, sin
sufrimiento apenas y sin ser consciente de lo que realmente sucedía. Entre las muertes estaban
la de Raquel, Edurne y Morena. El cigarro de Álvaro había sido el percutor de la explosión.
El pueblo reacciono muy rápido, en menos de 20 minutos la plaza se empezó a llenar de
ambulancias y de equipos sanitarios. Los agentes Pelé y Melé bajaron del cuartel junto con varios
guardias civiles para dirigir todo aquello. Se acordonó la plaza y mientras el personal sanitario
desalojaba cadáveres y atendía a los heridos, los dos agentes buscaban el porqué de la
explosión. Fue una tarde de trabajo duro, había muchos cuerpos que sacar del bar, el pueblo
entero se apelotonó alrededor de las vallas para ver que había ocurrido en ese bar de la plaza.

La furgoneta de reparto blanca paró junto a la valla de la guardia civil, que cortaba el tráfico de
la plaza de Alesanco. Venía con dirección Nájera y su destino era la granja. En ambos laterales y
con gran tamaño se podía ver el logo de la empresa Hermanos Cerdo. La puerta se abrió y de
ella se bajó una imponente mujer. Rondaba los 30 años, de complexión atlética, de tez morena,
bastante oscura. Iba muy bien vestida, elegante pero a la vez funcional. Cerró de un portazo la
puerta de la furgoneta y se dirigió hacia la valla, había mucho jaleo dentro del perímetro y
muchas luces de ambulancias, de la policía y la guardia civil.
-“ Eh, que pasa aquí?, tengo que subir hacia arriba. Que ha ocurrido?.”- Preguntó la mujer.
Un agente que pasaba por allí con cara de preocupación y concentración se paró en seco y se
quedó mirándola de arriba abajo, tras unos instantes de vacilación contestó:
-“Ha habido una explosión de gas y está toda la plaza acordonada. Ya ha pasado el peligro, si es
tan amable rodee la plaza por la parte trasera y podrá proseguir con su trayecto señorita.”- Dijo
El agente Pelé educadamente.
Xenia Panchitez se quedó mirando fijamente al agente. Tras unos instantes el agente se dio la
vuelta y volvió con su ajetreado trabajo y con sus instrucciones mediante chillos. Las
ambulancias seguían llevándose cadáveres.
Xenia era la jefa de producción del complejo que su empresa había abierto en La Rioja.
Hermanos Cerdo le había destinado a La Rioja, a ese pueblo pequeño con el cometido de ser la
segunda de a bordo de todo el complejo, era una gran oportunidad profesional para ella.
Xenia Panchitez se dio la vuelta después de observar todo el panorama asolador que presentaba
la plaza y se volvió hacia su furgoneta. Arrancó rápidamente el vehículo y puso rumbo hacia el
complejo situado en la carretera de Cañas, en las afueras de la población. Llevaba medio año
viviendo en España y nunca se había imaginado que pudiesen pasar esas cosas ahí también.
Fueron pasando las horas, todo el operativo desplegado en la plaza fue haciendo su trabajo.
Cuando cayó la noche ya nadie quedaba en la plaza del pueblo. Todo estaba recogido, pero la
plaza estaba acordonada y el bar también. Los tanatorios de la provincia no daban abasto.

Natalia iba a empezar a cenar en casa de su abuela cuando su abuela entró en casa. Estaba
bastante afectada por lo ocurrido esa tarde y Natalia pudo verlo reflejado en su cara. Su abuela
había estado hablando con su vecina, la abuela de Eduardo.

Eduardo había sobrevivido.

Cuando Natalia se enteró por su abuela que Eduardo estaba vivo casi no pudo ocultar su enfado.
Eduardo había sido empujado por la onda expansiva de la explosión, pero afortunadamente
estaba demasiado lejos del bar cuando esta se produjo. Había sido empujado varios metros
hacia atrás y estampado contra el asfalto. Eduardo tenía varias costillas rotas, la clavícula
izquierda, el brazo y la pierda derecha. Estaba hospitalizado, ingresado en el Hospital San Pedro
de Logroño, pero estaba fuera de peligro.
-“ Que buena noticia abuela. Mañana iré a hacerle una visita. Sabes en que habitación esta?.”-
Pregunto Natalia a su abuela.
Su abuela le dijo en que habitación estaba y Natalia se puso a cenar ensimismada en sus
pensamientos. Iría a hacerle una visita al Hospital, de eso estaba segura.

A la mañana siguiente, Natalia se levantó pronto, desayuno y salió al patio trasero a regar la
maceta con la planta de ricino. Cogió unas cuantas semillas, ya maduras, y las metió en una
pequeña bolsa de plástico que utilizaba su abuela para meter carne en el congelador. Después
cogió la bolsa y la metió en su bolso.
Ataviada con sus botas de agua rosas y su gorro de machupichu, también rosa, se montó en el
coche y puso dirección Logroño. Aparcó en el parking del Hospital San Pedro y andando se dirigió
hacia la puerta principal del edificio principal donde estaban los pacientes ingresados. Natalia
cogió el primer ascensor que se abrió de par en par y junto a una adorable ancianita subieron a
la planta indicada.

Natalia recorrió con cautela el largo pasillo de la planta donde estaba ingresado Eduardo hasta
que dio con el número de la habitación que le había dicho su abuela. El número estaba pintado
con grandes cifras azules en la puerta blanca. Natalia se acercó a la puerta y puso el oído.
Escucho atentamente y pudo percibir que había alguien más en la habitación. A través de la
puerta pudo oír a Eduardo hablar con su madre.

Natalia se volvió y buscó algún sitio donde quedarse a esperar. Cerca de la puerta había un banco
de aluminio junto a una maceta decorativa en medio del pasillo. Natalia se dirigió hacia él y se
sentó. Sacó de su bolso un periódico y se puso a jugar con el móvil. Así paso más de media hora
sin que pasase nada. De repente, la puerta de la habitación de Eduardo se abrió y salió su madre,
Maru. Mientras Maru cerraba la puerta con suavidad Natalia cogió rápidamente el periódico y
se tapó la cara mientras fingía leer. Maru cerró la puerta y atravesó el pasillo pasando al lado de
Natalia sin siquiera mirarla. Después de que Maru hubiese desaparecido al final del pasillo,
Natalia recogió sus cosas y se levantó rápidamente del banco. Se acercó a la puerta y entro sin
llamar, cerró suavemente la puerta de la habitación y con las manos en los bolsillos entró.
Eduardo estaba tumbado en la cama que había en medio de la habitación. Tenía los ojos
cerrados y no la oyó entrar. Natalia se acercó sigilosamente hacia donde estaba él y se quedó
mirándolo un rato sin decir nada. Eduardo tenía la cara llena de cortes y en ellos se apreciaban
las manchas de mercromina que le habían aplicado. Tenía el brazo izquierdo totalmente
escayolado y en cabestrillo. Llevaba una especie de faja ajustada en la parte de las costillas y
respiraba con dificultad. La pierna derecha también la tenía escayolada hasta casi la cadera y el
brazo derecho tampoco también estaba vendado. Natalia se acercó aún más y susurró.

-“ Hola Edu, que tal estas?.”- Dijo Natalia.
-“ Ah… Hola, Natalia, hombre que sorpresa.”- Dijo Eduardo abriendo un ojo.
-“ Me he enterado de lo sucedido y he venido a verte. He venido sola, los demás están muy
asustados.”- Dijo Natalia.
-“ Eh, muchas gracias. Mi madre acaba de bajar a la tienda de la planta baja a comprar algún
tebeo o algo. No te la abras cruzado?”- Dijo Eduardo con dificultad abriendo el otro ojo.
-“ No, pues no. Seguro que hemos cogido diferentes ascensores. Que tal estas?.”- Dijo Natalia.
-“ Pues bastante jodido. Pero sobreviviré. Teniendo en cuenta lo que ha pasado, he tenido
mucha suerte. Ahora podía estar muerto.”- Dijo Eduardo apenado.
-“ Joder, menuda accidente, ha volado el bar por los aires. El pueblo está en shock, menuda
movida.”- Dijo Natalia.
-“ No ha sido un accidente, no te engañes. Alguien ha provocado esto. Alguien relacionado con
lo de la Haricotiza, alguien quiere quitarnos de en medio. Es un negocio muy valioso Natalia.
Estamos todos en peligro.”- Dijo Eduardo.
-“ En peligro?. Que dices, si el único que nos traicionaste fuiste tú, y para qué?. Arkaitz está
muerto y tú casi. Esto no vale la pena Eduardo. Supongo que ya te habrás olvidado de lo de la
Haricotiza azul.”- Dijo Natalia.
-“ Eso es lo que quieren los que han intentado matarme. No, voy a seguir con el negocio, todo
el plan sigue en pie. Esto no es más que un ligero contratiempo. Olvídate de una vez de jugar a
los gánsteres Natalia, esto te queda grande.”- Dijo Eduardo amenazadoramente.
-“ Estas hecho una mierda y aun sigues amenazándome?. Por favor, mírate.”- Dijo Natalia
levantando la voz.
-“ No se ha que cojones has venido, pero no pienso tirar la toalla. He dado a Abel las
instrucciones precisas para que venda el cargamento de Haricotiza azul mañana, tal y como
estaba planeado y no puedes hacer nada para evitarlo.”- Dijo Eduardo intentando levantarse.
-“ No vas a joderme o a jodernos todo el negocio, que lo sepas. Venía en son de paz, pero ya me
estas cabreando. Tienes que destruir la Haricotiza azul y volver con nosotros al negocio, te
perdonaremos, ya lo verás.”- Dijo Natalia.
-“ No pienso volver a discutir esto, anda vete a jugar al parque niñata. Deja esto a los
profesionales. Y ya sabes calladita eh!.”- Dijo Eduardo mirándola fijamente a los ojos.
Entonces Natalia llego al límite de su paciencia y entendió realmente porque había ido a ver a
Eduardo esa mañana.
-“ Estamos en peligro?, ja. Nadie me va a joder el negocio de la Haricotiza rosa, o estás conmigo
o no estas gilipollas. Nadie está en peligro, y he venido a hacer lo que no pude terminar ayer.
Estamos en peligro?, una mierda, porque YO SOY EL PELIGRO!!!. Yo provoqué la explosión
idiota.”- Dijo Natalia chillando.

Natalia sacó las manos de los bolsillos y Eduardo con horror pudo ver que llevaba puestos unos
guantes de látex blancos. Entonces Natalia se acercó a Eduardo y le quito la gran almohada que
tenía debajo de la cabeza, sin que este tuviese tiempo de reaccionar. Con la almohada en las
manos se subió a horcajadas encima de Eduardo en la cama, le puso la almohada en la cara a
Eduardo y empezó a apretar. Eduardo intentaba moverse, con la mano izquierda intentaba
agarrar la cabeza de Natalia y con la pierda derecha intentaba quitársela de encima, pero sin
ningún éxito. Eduardo intentaba chillar, pero debido a la almohada solo se percibían en la
habitación pequeños susurros ahogados. Eduardo luchaba por su vida mientras Natalia seguía
sentada encima de él en la cama del hospital. Natalia lo tenía bien inmovilizado y los
movimientos de Eduardo eran muy limitados.

Natalia sigo apretando una rato más la almohada cuando Eduardo dejo de moverse, no quería
correr riesgos. Después la retiró de la cara de Eduardo y observo la mueca de horror dibujada
en el cuerpo de Eduardo sin vida. Cogió la almohada, la ahueco y la puso debajo de la cabeza de
Eduardo. Se puso bien el gorro que llevaba y cogiendo sus cosas salió de la habitación. Después
de atravesar el pasillo con cautela, bajó por las escaleras de incendios a la planta baja, para evitar
encontrarse con alguien que la pudiese reconocer, y una vez en la calle, se dirigió hacia su coche.
Los guantes de látex los metió en su bolso y lo dejó en el asiento del copiloto.
Mientras Natalia arrancaba el coche, en el hospital San Pedro la madre de Eduardo encontraba
a Edu muerto por asfixia en su habitación.

Un problema menos para Natalia, a La Nety nadie se la jugaba.

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