lunes, 9 de junio de 2014

CAPÍTULO 28


María estaba tumbada a unos 150 metros de donde estaba Joara. Joara no se había movido y la
furgoneta había parado a su lado. María no podía correr eternamente así que lo único que se le
ocurrió mientras iba corriendo por el trigal fue tirarse al suelo, y había dado resultado. Los
hombres de la furgoneta de Hermanos Cerdo no podían verla, y Joara tampoco. María estaba
quieta, inmóvil, tirada en el suelo mientras veía como golpeaban a Joara. Al principio no
entendió nada, pero después tolo le resulto muy claro. Entonces María se acordó de esa mujer
de aspecto latinoamericano, de tez negra, que tantas veces había visto en el bar tomar café.
María siempre había pensado mal de esa mujer, parecía como si los estuviese espiando. Y ahora
se daba cuenta de que estaba en lo cierto. No sabía con exactitud en que medida ni como, pero
la empresa Hermanos Cerdo estaba detrás de todo esto.

María observó horrorizada y con una lágrima en la mejilla como propinaban una brutal paliza a
Joara. Después vio como metían a Joara a rastras a la furgoneta y se la llevaban. Pasaron 5
minutos, 10 minutos y María no se atrevió a moverse de donde estaba, ni a ponerse en pie.
Después de un tiempo indefinido, que a María se le hizo eterno, se levantó y se limpió las ropas
que estaban manchadas de la tierra del suelo. Cogió la mochila y se la volvió a colgar en el
hombro. Se habían llevado a Joara por su culpa, y no sabía que le iban a hacer, pero seguro que
nada bueno. María empezó a pensar rápido, no podía ir a casa, y todavía estaba en peligro.
Estaba muy cansada y muy cerca del pueblo. Tenía que aprovechar la distracción de Joara para
poder moverse rápidamente por el pueblo. Entonces María tuvo una idea, pasaría la noche en
el chamizo.

María empezó a correr por el trigal hasta llegar a un camino que desembocaba en la carretera
de entrada al pueblo. Después cuando llego a la carretera se puso la capucha y empezó a andar
normal por la acera con dirección al lavadero. Tenía mucha hambre, era la hora de comer, pero
no se detuvo. Una vez que pasó el lavadero siguió caminando por las traseras del pueblo por el
camino de detrás, que llevaba a la patatera y a las palmeras. No había ni un alma, a esas horas
todo el mundo estaba comiendo en sus casas. Llegó a la patatera y al barrio de las palmeras.
María siguió caminando con dirección oeste, hasta llegar a la carretera que cruzaba el pueblo,
la calle Mayor. Se paró en el cruce donde Villa García y espero a que pasase un coche,
ocultándose todo lo que pudo cuando el vehículo paso a su lado. María cruzó la carretera y siguió
andando, pasó la casa de Elsa, y llego hasta Bodegas Artoje, siguió caminando con paso decidido
y cada vez más nerviosa, ya le faltaba poco. En la calle no había nadie, María siguió caminando
y llego hasta la bodega de Filo, el chamizo. Se acercó a la puerta y vio con horror, que la cerradura
y la manilla estaban reventadas. María tiró del pomo metálico de la puerta y la empujó. Una vez
dentro pudo ver que no había nadie. El chamizo era una bodega de su abuelo, con una habitación
destinada a merendero con chimenea y otra habitación con un fregadero y con una puerta al
fondo. La puerta de madera del fondo bajaba a los calados de la bodega. María entró y cerró la
puerta de la calle. Dentro de la bodega, en la habitación grande no había nada. En la otra
habitación, la destinada al merendero, había una gran mesa y bancas alrededor. Encima de la
mesa había un ejemplar de “El misterioso caso del boli verde de Heineken 2.0”. María se acercó
y lo ojeó, ahora el autor estaba muerto, parecía todo tan lejano y confuso…

Estaba claro que ellos habían entrado en la bodega buscándola a ella. Habían roto la cerradura,
nada les detendría. María estaba muy cansada, abrió la mochila y vio que las frutas y hortalizas
que había cogido estaban todas machacadas, inservibles, debido a las correrías y andanzas
campo a través de ese día. Se sentó y sacó todos los fajos de billetes, quito las frutas y limpió los
billetes, después los volvió a meter a la mochila. Tenía un hambre voraz, estaba pálida y seguro
que tenía fiebre. No sabía lo que le habían hecho a Joara, pero era por su culpa y tenía que salvar
a Richi y Natalia. Tenía que ir a la policía. María se subió a la mesa y se tumbó, se quedó dormida
en cuestión de segundos.

Un nuevo día comenzó y Natalia y Richi se levantaron de mala gana. Eran las nueve de la mañana
y en el laboratorio subterráneo de Hermanos Cerdo sonaba Camela a todo trapo.
-“Yo estoy hasta los huevos, cualquier día me corto las venas, en serio.”- Dijo Richi.
-“ No digas eso ni en broma tordo, por dios.”- Dijo Natalia.
-“Estamos jodidos, no vamos a salir nunca de aquí, somos unos putos esclavos.”- Dijo Richi.
Entonces sonó el telefonillo del laboratorio. Eran las instrucciones para la producción de ese día.
Una nueva jornada laboral había empezado.

María había dormido muy mal, se había despertado muchas veces con pesadillas. Soñaba que
estaba en Cañas con Orujo, y soñaba que los dos andaban en bicicleta y la de Orujo era de chica.
La bicicleta de María era de chica, pero la de Orujo era aún más. Una pesadilla terrible. María
había podido dormir poco. Se levantó hambrienta y dolorida, había dormido sobre la mesa, por
no dormir sobre el suelo. La cabeza le daba vueltas. Se hizo una raya con la última Haricotiza que
le quedaba y se colgó la mochila al hombro. Salió a la calle y se quedó mirando al sol. Hacia un
muy buen día. Se quedó de pie en la acera, el cuartel de la Guardia Civil de Alesanco no estaba
muy lejos. Pensó que lo mejor sería ir campo a través, rodeando por las piscinas y de ahí hasta
la carretera, donde estaba situado el cuartel. Entonces la puerta de la casa de al lado se abrió. A
la izquierda de María salió un hombre, era Carlos. Carlos era el vecino de la bodega de Filo.
Carlos se quedó un instante sin decir nada, mirando a María de arriba abajo. María tenía un
aspecto horrible, despeinada, manchada y con la ropa y zapatillas agujereadas. Además la
mochila parecía de un vagabundo.
-“ Pero… tu eres la nieta de Filo, no?”- Preguntó Carlos.
-“ Esto…no…”- María dijo muy sorprendida.
-“ Claro que sí, tu eres María. A la que están buscando. El otro día vinieron unos hombres muy
majos preguntando por ti. Estaban preocupados.”- Dijo Carlos.
-“ No, no sé de qué me hablas, pasa de mí.”- Dijo María asustada.
-“ No te muevas, anda, Que mala pinta tienes y que asco das. Donde has estado?:”- Preguntó
Carlos.
-“ Eso a ti no te interesa.”- Dijo María.
-“ Mira no quiero meterme en tus asuntos, pero deberías decirle a tu abuelo que os han entrado
en la bodega. Tenéis la cerradura rota.”- Dijo Carlos señalando a la puerta del chamizo.
De repente hacía mucho calor, mucho más calor de lo normal.
-“ Si, ya lo he visto. Bueno creo que me voy a marchar…a casa.”- Mintió María.
-“ Espera, no puedes irte. Voy a avisar a los hombres, que me dieron una tarjeta con su
número.”- Dijo Carlos.
-“ ¿ Queee?.”- Exclamó María.
-“ Sí, los hombres que vinieron a preguntar por ti. No parecían muy españoles, pero eran muy
majos. Tengo el teléfono dentro. Ahora mismo les llamo.”- Dijo Carlos.
Hacía mucho calor, y a María le empezó a entrar el pánico.
-“ No lo entiendes, no puedes llamarlos. Déjame en paz.”- María dijo esto y después hecho a
correr calle arriba.
-“ Ahora mismo los llamo, no estás bien niña.”- Dijo Carlos chillando mientras María desaparecía
calle arriba.
María empezó a correr dirección el cuartel de Alesanco, ahora más que nunca deseaba con todas
sus fuerzas tener la bicicleta de chica de Orujo.

El agente Melé estaba en la habitación que había sido la habitación del agente Pelé. Melé la
había puesto patas arriba, como le había mandado el Inspector Aniceto. No había encontrado
nada que le indicase el paradero del agente Pelé, no tenía nada excepto esa agenda de cubiertas
negras. El agente Pelé había apuntado muchas citas, teléfonos y contactos, el agente Melé
llevaba toda la mañana revisando la agenda minuciosamente, podía ser la única pista que tenían.
No había encontrado nada del otro mundo, salvo que el agente Pelé era un tradicional
apuntando las cosas en papel y que era un Don Juan de libro. Tenía un montón de teléfonos de
chicas y contactos guarrillos. En la última hoja figuraba el teléfono de la empresa cárnica
Hermano Cerdo, empresa situada en Alesanco. Era el último número de teléfono que había
apuntado, además el agente Pelé también había apuntado una hora, como si se tratase de una
cita con dicha empresa. Entonces el agente Melé saco su móvil y miró el calendario en él. Miró
el móvil y luego la agenda, después el móvil y luego la agenda. Estaba claro, la cita que estaba
apuntada en la agenda coincidía con el ultimo día que habían visto al agente Pelé.
-“ Hermanos Cerdo….ummm.”- Se quedó pensativo el agente Melé mientras la cabeza le iba a
mil.

María corría por el arcén de la carretera, hacía mucho calor. Veía el Cuartel de la Guardia Civil
de Alesanco, estaba muy cerca. Solo le faltaban unos metros, y todo habría acabado.
Posiblemente acabaría ella en la cárcel, había hecho cosas terribles, pero era mejor que estar
muerta. Todavía podía haber una oportunidad de salvar y encontrar a Richi, Joara y Natalia.
Tocó el timbre tambaleándose, le temblaban las piernas. Hacía mucho calor. Tenía hambre,
estaba deshidratada y tenía mucho sueño. La puerta principal del cuartel se abrió y apareció un
guardia civil en la puerta. Se le quedo mirando atónito, pensaba que era una vagabunda.
Entonces a María le fallaron las piernas y cayó al suelo. El guarida civil gritó algo y al cabo de
pocos minutos cruzaron el patio dos guardias civiles más y un hombre. Un hombre imponente,
alto, con una americana gris. María nunca lo había visto, pero no era un guardia civil, tenía pinta
de policía experimentado. El inspector Aniceto se quedó mirándola mientras los guardias civiles
la intentaban sentar en el suelo.
-“ Vaya, por fin nos conocemos María. Te he visto muchas veces en fotos. Donde has estado?.”-
Preguntó Aniceto impaciente.
Hacía mucho calor, María empezaba a ver borroso. La Haricotiza se abría paso por sus entrañas.
-“ No tengo mucho tiempo, Richi, Natalia y Joara, tienen que salvarlos.”- Dijo María.
-“ ¿ Dónde están Richi y Natalia ?.”- Preguntó Aniceto.
-“ No lo sé, supongo que los tienen ellos. También tienen a Joara.”- Dijo María a duras penas.
Hacía mucho calor.
-“ ¿ Quiénes son ellos, eh María?.”- Preguntó el Inspector Aniceto.
-“ Hermanos Cerdooo…Tenéis que salvarlos, hemos hecho cosas terribles.”- Balbuceo María.
-“ ¿ Dónde está la Nety, eh. Donde?. La conoces?.”- Preguntó Aniceto.
Hacía mucho calor, María ya no lo escuchó. Sus órganos se pararon y después de varias sacudidas
su cuerpo dejo de funcionar. La Haricotiza se había cobrado una víctima más. María murió en
brazos de la guardia civil en el patio del cuartel.
El inspector Aniceto abrió la mochila de María y encontró el dinero, algo más de 4.450.000 €.

Carlos Estévez estaba en uno de los garajes del complejo Hermanos Cerdo. Tenía su arma en la
mano derecha y frente a él estaba el cuerpo del hombre que había pegado la brutal paliza a
Joara el día anterior. Del cuerpo aun salía sangre. Ese hombre había puesto toda la misión en
peligro y era algo que no podía tolerar. Carlos Estévez se guardó su pistola, todavía caliente por
el disparo a quemarropa, en su cinturón y después de mandar deshacerse del cadáver, salió del
pabellón.
No iba a permitir más fallos, estaba todo en juego. Y todavía no sabían dónde estaba María, pero
no andaba muy lejos, de eso estaba completamente seguro. Pronto la encontrarían.

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