Fascinante aventura desarrollada en la población de Alesanco (La Rioja). 3º Parte de la trilogía "Alesancadas".
lunes, 9 de junio de 2014
CAPÍTULO 20
María se levantó esa mañana y fue a la cocina a desayunar. Aún estaba en Alesanco, y no sabía
por qué. Se sentía rara, como medio mareada, como si su cuerpo no le pesase a penas, sentía
como que flotaba. Era una sensación muy extraña, una sensación que nunca había
experimentado. Mientras desayunaba en la cocina de Villa Cipote, en Alesanco, se puso a mirar
por la ventana, hacia la calle. El día parecía un día caluroso de verano, el sol brillaba
esplendorosamente. Era raro, porque María ni siquiera se acordaba de que estuviesen en verano
todavía, de hecho no recordaba muy bien en que día de la semana estaba, debida de ser un fin
de semana. La casa estaba desierta, decidió salir a la calle a que le diese el aire, y así poder
despejarse un poco de aquella extraña sensación y de su embotamiento mental.
Salió a la calle, cerrando tras de sí de un sólido portazo la puerta principal de la casa. María se
quedó enfrente de la puerta del Bar Laysa, dentro se oía bastante ruido, no sabía qué hora era.
Miro su reloj, alzando la muñeca izquierda y girando el brazo, y debido a lo deslumbrante del sol
esa mañana no pudo percibir la hora que era, de hecho dudaba mucho que ni siquiera las
manecillas de dicho reloj funcionasen. El ruido del bar de enfrente de su casa se hizo aún más
fuerte, dentro parecía que había mucha gente, cada vez más. María miró a un lado y a otro de
la calle y no vio a nadie. No había un alma, parecía que todo el pueblo se hubiese concentrado
en ese bar. Entonces después de cruzar la calle, María abrió la puerta con cristal del
establecimiento y entró. El espectáculo fue dantesco. El bar estaba a rebosar y todo el mundo
estaba desnudo. Había una especie de música medio celta, medio irlandesa sonando de fondo.
Todo el mundo bailaba de forma loca y bestial, nadie en todo el bar tenía ropa. María pudo
reconocer entre los asistentes a El Perry y a Itziar, que bailaban en bolas encima de una mesa.
María asustada retrocedió sin poder apartar la mirada de aquella escena y salió a la calle. Se
apartó de repente, pues a gran velocidad pasó Ángel por medio de la calle en bicicleta tocando
el timbre. En la bicicleta no había ruedas. María estaba intentando asimilar esto cuando desde
la calleja de al lado del bar pasaron Marta y Jorge montados en un gran caballo de color gris,
iban saludando a todo el mundo. Marta llevaba un gorro de paja en la cabeza y Jorge un
sombrero de mujer con pluma. Después la calle volvió a quedar desierta. No se oía ni un alma,
ni siquiera el griterío del bar Laysa.
María se sentía medio mareada, no entendía muy bien lo que pasaba. Así que decidió seguir
bajando hacia la plaza a ver si se le iba pasando. En medio de la calle había una alcantarilla
abierta. María se acercó y justo cuando iba a mirar en ella, salió alguien. Con una gran destreza
David salió por el hueco de la alcantarilla y saludando a María hecho a correr calle arriba. David
llevaba un pijama de ositos e iba descalzo. María no daba crédito a lo que estaba viendo, estaba
todo el pueblo loco o qué. Entonces de la calle del rio apareció un gran dragón rosa que iba
cantando y revoloteando a unos 3 metros de altura. En los lomos del gran dragón rosa iba
Amparo, totalmente desnuda y con el pelo verde fosforito. Amparo saludó a María con la mano,
sin decir nada. Después el dragón tomó altura y desapareció junto con Amparo.
María siguió caminando, ya un poco asustada y vio que había dos personas jugando al futbol en
la rotonda de la plaza corral. Pero también había algo colgando de la farola que había en esa
rotonda. Por lo demás toda la plaza corral estaba totalmente vacía.
María se acercó más, y pudo ver que lo que colgaba de la farola era un gatito ahorcado. Parecía
que a las dos personas que había jugando al futbol, dándose pases con una especie de balón,
poco les importaba. María pudo ver que se trataba de un chico y una chica. Estaban dándose
pases con algo que no era del todo esférico, era una especie de balón pero con pelo. La esfera
con cabello botaba irregularmente en el hormigón desde el pie de la chica hasta el pie del chico,
y vuelta a empezar. María al tiempo que se acercaba afinó la vista y pudo ver que con lo que
estaban jugando era una cabeza humana. María instantes después pudo ver que la cabeza era
la cabeza de Paula. Aterrada se acercó aún más a las dos personas, y justo cuando les iba a decir
algo, las dos personas se volvieron, mirando a María. Eran Iker y Elsa que estaban jugando al
futbol con la cabeza de Paula. Entonces cuando Iker y Elsa vieron a María, Iker se agachó, cogió
la cabeza de Paula y hecho a correr seguido de cerca por Elsa. María volvía a estar sola en la
rotonda de la plaza corral, estaba junto al gato ahorcado, que se mecía suavemente debido a la
brisa que soplaba.
Abrumada, María se dispuso a cruzar la carretera, dirección la plaza. Pero entonces apareció un
coche, era un coche descapotable que se acercaba desde la zona baja de la plaza hasta donde
estaba María. Cuando el coche llegó hasta la altura de María, pudo ver que el conductor del
vehículo era Arkatiz, solo que iba sin camiseta y era negro. Además en los asientos de detrás del
vehículo estaban sentadas Aurora y Jennifer, solo que no tenían pelo. Estaban totalmente calvas,
y cuando pasaron cerca de María le tiraron besitos con las manos y se empezaron a reír. El coche
se perdió carretera arriba, dirección el Cuartel. Después de esto, la plaza quedo en silencio otra
vez. María cruzó rápidamente la carretera hacia la fuente que había en la otra plaza, la plaza de
la Constitución. María se paró en seco al lado de la gran fuente de los cuatro caños. Se quedó
mirando al Bar de la Plaza, estaba intacto, como antes de la explosión. De hecho el bar estaba
abierto. Se dio la vuelta en cuanto oyó un ruido a sus espaldas. David (Avellan) estaba sentado
en uno de los grandes bolardos de hormigón que había rodeando la fuente. Estaba comiendo
nueces, a dos papos con la boca llena, masticaba ferozmente. También pudo ver a Eduardo
sentado más atrás de la fuente. Eduardo estaba sentado en uno de los bancos de la plaza, junto
al edificio de los pisos. Eduardo leía muy concentrado El Misterioso caso del Boli verde 2.0, que
tenía en las manos, era un ejemplar de edición limitada. Justo después un perro de color verde
y sin rabo pasó al lado de María. David ya no estaba en la fuente comiendo, había desaparecido.
María no entendía nada, se dio otra vez la vuelta y Eduardo tampoco estaba ya sentado en el
banco. La plaza estaba totalmente vacía, el silencio reinaba y María estaba en medio, sin saber
qué hacer ni que pensar.
El cielo se empezó a oscurecer, la plaza se empezó a oscurecer. Las nubes taparon
paulatinamente el sol, mientras María permanecía inmóvil y de pie, en la plaza. Como una
explosión de júbilo y sonido, el ruido volvió a impregnar la plaza del pueblo. De repente volvía a
ver vida en ese pequeño pueblo. Todo el mundo apareció de repente, como sí que hubiesen
escondido a posta para gastarle a ella una gran broma macabra.
Raquel, Edurne y Morena estaban junto a la puerta del Bar de La Plaza jugando a la comba.
Las 3 iban vestidas igual, de negro, totalmente de negro. Morena saltaba la comba mientras
Raquel y Edurne daban con la soga y cantaban una canción que María desde esa distancia no
conseguía distinguir bien. Muy cerca de ellas, en un banco estaba sentados dos tipos. Eran Abel
y Cesar que estaban fumando en pipa. Abel además de sujetar con la boca su pipa, con la mano
derecha sujetaba un gran machete afilado y manchado de sangre. La sangre del filo del machete
goteaba en el suelo. Cerca de ellos, estaban Jose y Alvarito que estaban pegándose con grandes
salchichas de Frankfurt, se daban salchichas el uno al otro en la cara. Y más allá Clea y Pepe
salían del bar del Jubilado. Ambos llevaban la misma ropa, iban vestidos con camisetas del Real
Madrid. Diego detrás de ellos iba vestido con el chándal del Barcelona de la última temporada.
María miraba a la gente, todos parecían muy concentrados en sus quehaceres o acitivdades.
Parecía como si pasasen de ella, como si no la vieran.
Entonces Pepe, Clea y Diego llegaron a la puerta del bar de La Plaza, Pepe cogió el pomo de la
puerta para tirar hacia dentro y entrar en el bar. María los miro perpleja, entonces entendió
todo, todos estaban muertos. Entonces el bar explotó, un gran ruido inundó la plaza. María se
puso las manos en las orejas, pero entonces horrorizada se dio cuenta de que no tenía orejas.
Solo pudo palparse dos agujeros en los lados de su cabeza. Entonces María gritó.
María se incorporó de su cama. Estaba completamente sudada. Todo había sido otra pesadilla
más. Últimamente las pesadillas empezaban a ser frecuentes. Eran provocadas por el consumo,
no muy alto, pero regular, de la Haricotiza. María eso no lo sabía. María estaba en su piso en
Logroño. Se levantó al baño y después volvió a su habitación para volver a dormir,
afortunadamente no había despertado con sus gritos a su compañera de piso Leire.
Esa misma noche Maider volvía de pasar el fin de semana de Vitoria. Iba conduciendo a altas
horas de la noche por la carretera con dirección Logroño para empezar otra semana más
estudiando en la Universidad. Como le dolía un poco la cabeza bajo su ventanilla hasta la mitad
para que le diese un poco el aire. Lo que no sabía era que esa noche soplaba un viento terrible.
En cuanto abrió la ventanilla del piloto, un vendaval entró dentro del coche, a la vez que este
tomaba una curva muy cerrada. El viento despeino su flequillo al instante, entonces ella llena de
pánico soltó las dos manos del volante para ponerse bien el flequillo. Solo fue un instante. Pero
el instante duro lo necesario como para que el coche no pudiese tomar la curva adecuadamente
y se saliese de la carretera. A Maider no le dio tiempo ni a frenar. El coche a gran velocidad se
estampo contra un gran árbol que había en la cuneta. El impacto fue brutal. Maider murió al
instante.
Cuando los servicios sanitarios y la policía nacional llegaron al lugar del siniestro encontraron el
cadáver de Maider con el flequillo perfectamente peinado. Maider había fallecido.
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