Fascinante aventura desarrollada en la población de Alesanco (La Rioja). 3º Parte de la trilogía "Alesancadas".
lunes, 9 de junio de 2014
CAPÍTULO 27
Natalia y Richi volvieron a despertarse al sonido de mierdaca de música, como todas las
mañanas. Seguía siendo un día para producir Haricotiza para Hermanos Cerdo, a pesar de que
era sábado. Natalia ya empezaba a trabajar a desgana, no estaba cansada físicamente, pero su
cerebro si empezaba a estarlo. A Richi se le notaba más el estado anímico, estaba más taciturno,
melancólico, mustio, que siempre. A Richi el enclaustramiento le estaba empezando a pasar
factura. Y además llevaba demasiado tiempo sin poder echarse un vino, eso era lo más duro
para él. Ese sábado volvieron a producir unos 500 kg de aquel maldito material rosa, que más
tarde fue vendido y exportado. Richi estuvo de mal humor toda la mañana y gran parte de la
tarde. Carlos Estévez se negaba a darle alcohol. La Haricotiza seguía llegando a nuevos países y
propagándose por Europa.
Mientras tanto no muy lejos de ahí, y por encima del nivel del suelo, Carlos Estévez estaba al
teléfono en su flamante despacho de Hermanos Cerdo. Su despacho era el despacho más grande
de todo el complejo empresarial, para eso Carlos Estévez era el mandamás en Alesanco. Estaba
ubicado en la primera planta del edificio de oficinas y viviendas del complejo Hermanos Cerdo.
En la puerta de acceso había una mesa donde siempre estaba sentada la secretaria personal de
Carlos Estévez. La gran puerta estaba cerrada, pero aun así, desde afuera la secretaria podía oír
la conversación telefónica.
-“¿Que aún no la habéis encontrado?”- Dijo Carlos Estévez.
Silencio.
-“Joder, lleva 4 días fuera de casa. Está claro que esta por ahí en la calle, en el campo, en algún
lugar.”- Dijo Carlos irritado.
Silencio.
-“Me da igual, volver a salir de inmediato. Remover cielo y tierra, volver a preguntar otra vez a
sus conocidos y amigos, me da igual. Quiero que la encontréis ya.”- Exclamó Carlos.
Silencio.
-“ Ni si jefe ni ostias. Y no volváis sin María, me da igual si muerta o viva. No quiero ningún cabo
suelto. Esa muchacha no va a poner en peligro todo esto.”- Dijo Carlos Estévez chillando.
Después ya no se oía nada. Carlos Estévez había colgado el teléfono y había dejado de dar vueltas
por su inmenso despacho. Entonces se sentó en su gran silla giratoria de orejas y busco en el
primer cajón de su escritorio. Sacó un gran puro habano y se lo encendió con un mechero de
oro que llevaba en el bolsillo de la camisa. Carlos Estévez se quedó pensativo mientras
degustaba el tabaco importado desde Cuba. Se quedó pensando en María y en donde podría
estar. Cuando se hubiese desecho de esa chica ya nadie podría levantar esa tapadera. Tenían
que encontrarla cuanto antes y callarla para siempre.
María se volvió a despertar en la casa de aperos de la huerta. La había despertado un pequeño
ruido en el exterior como de pasos, como de alguien arrastrando algo. Entonces María se
aproximó a una de las paredes de la caseta y miro por la raja de uno de los plásticos. Había
alguien en la huerta, un señor. Seguramente era el dueño de la hortaliza y no tardaría mucho en
encontrarla. A María le entró pánico, agarró fuerte la mochila. Entonces los pasos se acercaron
y abrieron de golpe la puerta de la caseta.
-“Pero qué coño…”- Dijo el señor de la huerta al abrir la puerta.
No le dio tiempo a decir más, María se levantó de golpe cogiendo la mochila y salió al exterior.
María empujo al señor de la hortaliza mientras salía al exterior de la caseta. El señor cayó de
bruces contra el suelo. No asimilaba lo que estaba viendo. Mientras el señor se quedaba atónito
mirando a María, esta cogió un fajo de billetes de la mochila y se lo tiro mientras se largaba.
-“ Por las molestias y además te he cogido alguna cosa.”- Dijo María mientras salía de la hortaliza
al camino.
El señor cogió el fajo de billetes y se quedó atónito, había mucho dinero. Sentado en el suelo y
con el fajo de billetes en la mano vio como María desaparecía por el camino cerrando la mochila.
María no podía más, estaba dolorida, magullada, había dormido poco y mal. Se estaba cansando
de esconderse, olía mal, llevaba 4 días en la calle. Siguió andando por el camino y encontró a la
derecha una caseta de hormigón al lado del camino. Más adelante se veía la ermita. María se
estaba acercando al pueblo. María entro en la caseta y se sentó en una silla de mimbre que había
dentro. La silla tenía un cojín con motivos azules. Se sentó a descansar. María se dio cuenta de
que no podía esconderse eternamente, así que decidió, con cautela, ir a casa de sus abuelos, en
Alesanco.
Joara estaba de fin de semana en Alesanco. Estaba triste, había muerto Abel y muchas personas
en el pueblo. Todo el pueblo estaba triste. Llamo a Sheila para ver si podía quedar con ella, era
de las pocas amigas que aún estaban vivas. Sheila no podía, tenía asuntos importantes que
atender, así que Joara decidió ir a dar un paseo hasta la ermita, para que le diese un poco el aire.
María siguió caminando y llegó hasta la ermita. La casa de la ermita, donde tantos ratos habían
pasado haciendo Haricotiza, estaba cerrada a cal y canto. En la puerta además había una cinta
de precinto de la guardia civil. Todo había pasado tan deprisa, todo empezó como un juego y
ahora estaban todos muertos. María siguió caminando sin atreverse ni siquiera a tocar la pared
del edificio. María siguió caminando hacia Alesanco absorta en sus penas. Iba tan absorta en sus
pensamientos que no vio que alguien se acercaba de frente, poco a poco, hasta que casi se
chocaron.
-“ ¿María, eres tú?, de verdad?”- Dijo Joara con los ojos como platos.
María se la quedó mirandola sin saber ni que decir.
-“ Joder, pero si todo el mundo te da por muerta. SI hay una orden de búsqueda y todo. Es
increíble. Pero donde coño estabas?.”- Pregunto Joara mientras se acercaba y la abrazaba.
-“Por ahí…”- Dijo María.
-“ Joder pero que pintas me llevas, hueles fatal. Por cierto ya siento lo de tu hermano.”- Dijo
Joara.
-“ Ya…”- Dijo María.
-“ Vamos, te acompaño ahora mismo a casa, ya verás que contento se pone todo el mundo
cuando te vea. El pueblo necesita alguna alegría, que todo van siendo tristezas.”- Dijo Joara.
-“ No puedo.”- Dijo María.
-“ ¿ Que no puedes qué?, vamos que te acompaño. Necesitas una ducha urgentemente.”- Dijo
Joara cogiéndola de la mano.
-“ A ver Joara, nadie puede enterarse de que me has visto. Si no me mataran como a mi hermano,
Natalia y Richi…”- Dijo Maria.
-“¿ Qué?, Richi y Natalia están muertos también ?.”- Pregunto Joara.
-“ ¿No lo están?.”- Dijo María.
-“Nadie sabe dónde están, oh dios mío, espero que no. Hay una orden de búsqueda como
contigo. Están desaparecidos.”- Dijo Joara.
Entonces María lo comprendió, todavía podía haber una esperanza para Richi y Natalia.
-“ Cállate y escúchame Joara. No puedes decirle a nadie que me has visto. Ahora vete a tu casa
y no le digas nada a nadie. Me oyes?. Es muy importante, hay que salvar a Natalia y Richi.”- Dijo
María.
-“ Pero que dices, no entiendo nada..¿Que es lo que pasa?.”- Dijo Joara.
A lo lejos se acercaba un coche.
-“ No hay tiempo de explicaciones. Tienes que ponerte a salvo. Si se enteran que te han visto
conmigo te mataran.”- Dijo María.
El coche se acercaba despacio.
-“ Pero que me estas diciendo. Anda ven, que te llevo a casa.”- Dijo Joara sin entender nada.
El coche de repente dio un acelerón y fue directamente hacia ellas. María lo vio, era muy raro.
-“ Joder, nos han visto, corre Joara, corre.”- Grito María.
Joara se quedó quieta, no entendía nada. Mientras Joara giraba su cabeza para ver el coche que
se acercaba a gran velocidad, María saltó la cava que había al lado del camino.
El coche se acercó rápidamente a donde estaba Joara, que sin entender nada empezó a correr
hacia la ermita. El coche era una furgoneta blanca con el emblema de Hermanos Cerdo. La
furgoneta tardo muy poco en llegar hasta donde estaba Joara y pararse a su lado. Mientras Joara
vio que María se alejaba por el trigo corriendo. Dos hombres salieron de la furgoneta y agarraron
a Joara por el cuello.
-“Joder, esta no es María, ya te he dicho que era la otra, imbécil.”- Dijo un hombre a otro.
Los hombres llevaban un mono de trabajo con el emblema de la empresa Hermanos Cerdo.
-“ ¿ Dónde está María?”- preguntó un hombre a Joara.
-“ No sé quién es María.”- Dijo Joara asustada.
Entonces el hombre que la sujetaba por la pechera la soltó. Y seguidamente le dio un gran
puñetazo a Joara en las costillas. Joara cayó al suelo de dolor. Al caer al suelo, Joara giró la cabeza
hacia el trigal por donde había visto desaparecer a María, pero ya no había rastro de ella. María
había desaparecido.
-“ ¿ Dónde coño esta María. No te lo voy a preguntar otra vez.”- Dijo el hombre mirando a Joara
a los ojos.
-“ No sé de qué me habláis, joder.”- Dijo Joara.
Entonces el mismo hombre volvió a darle un par de patadas en toda la tripa. Joara se revolvía
de dolor por el suelo del camino, sin embargo el hombre parecía divertirse.
-“ Por tu propio bien, acabamos de veros hablar a las dos. No mientas.”- Dijo El hombre.
El otro hombre, el que habia venido conduciendo la furgoneta simplemente miraba. Miraba a
todos los lados, como si estuviese vigilando por si venia alguien o buscando algo.
-“ No sé nada, os lo juro.”- Dijo Joara.
El hombre volvió a repartirle a Joara un par de ostias bien dadas, cada vez lo hacía con más
intensidad y más rabia en sus ojos.
-“Te voy a reventar a palos aquí mismo sino me dices, que cojones sabes de María.”- Dijo el
hombre.
Joara empezó a temblar en el suelo. No sabía de qué iba todo aquello, pero no pintaba nada
bien para ella.
-“ Joder, me ha he encontrado aquí, en el camino nada más.”- Dijo Joara.
El hombre la miró y se rio. Luego volvió a darle de ostias otra vez, Joara empezó a sangrar de la
boca. La última patada recibida le había roto un diente.
El otro hombre que no había intervenido aun en la movida, se acercó hasta donde estaba Joara
agonizando de dolor y se agachó. El hombre se acercó a su oído y le dijo:
-“ Yo que tú le diría toda la verdad, este tío está muy loco. Te ahorraras mucho sufrimiento.”-
Dijo El hombre.
-“Yo no sé nada más, la verdad. Solo me ha dicho que no dijese a nadie que la había visto.”- Dijo
Joara.
El conductor se levantó y se volvió a apoyar en el capo de la furgoneta a vigilar, mientras el otro
volvió a asestarle otro par de patadas en la boca a Joara.
-“ Me dijo que todavía había una oportunidad para Richi y Natalia, porque pensaba que estaban
muertos.”- Dijo Joara llorando.
Entonces el hombre sonrió y se agachó, cogió a Joara del suelo y la levanto rápidamente
poniéndola contra el capo de la furgoneta. Le volvió a propinar más puñetazos, a Joara se le
rompieron varias costillas.
-“ Joder, dejarme en paz, yo no sé nada. Yo no he hecho nada.”- Dijo Joara con toda la cara
hinchada.
El hombre le volvió a propinar varios puñetazos más. El conductor se movió revuelto.
-“Joder, se te está yendo de las manos. La vas a matar, ostia.”- Dijo el conductor al otro hombre.
-“Cállate anda, que sabrás tú.”- Dijo el hombre de los puñetazos y patadas.
-“ Joder, cógela, métela en el maletero que nos la llevamos. Que la interroguen allá, que si no te
la vas a cargar anda. Que nos va a pillar alguien.”- Dijo El conductor mientras se montaba en la
furgoneta.
El otro hombre lo miró y vaciló un instante, después cogió a Joara de malas maneras y la arrastro
hasta el maletero de la furgoneta. El hombre metió a Joara dentro del maletero y lo cerró,
después se metió dentro de la furgoneta y arranco. La furgoneta puso rumbo al centro cárnicoindustrial
Hermanos Cerdo.
Joara estaba muy pálida, tenía varias costillas rotas, le dolía mucho la cabeza, y era algo grave
de eso estaba segura. El viaje por los caminos fue un suplicio para ella. A Joara le habían dado
una gran paliza.
La furgoneta llegó hasta la valla trasera de Hermanos Cerdos, la puerta utilizada para las “cosas
extraoficiales” de la compañía. Entraron dentro del complejo y el conductor después de parar la
furgoneta, se bajó y abrió la puerta del maletero. Joara estaba inmóvil, estaba muy pálida y
parecía que no había señales de vida. El conductor temiéndose lo peor se acercó y le tomó el
pulso, no había pulso. Joara había muerto en el maletero debido a las heridas internas de
semejante paliza, otra vez aquel maldito hombre se había pasado.
Cogieron el cuerpo de Joara entre los dos hombres y lo echaron en la misma picadora que varias
semanas antes había hecho lo mismo con el cuerpo de Pelé. Era una picadora terrorífica, pero
muy eficaz.
El paseo matutino de Joara hasta la ermita la mató.
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