Fascinante aventura desarrollada en la población de Alesanco (La Rioja). 3º Parte de la trilogía "Alesancadas".
lunes, 9 de junio de 2014
CAPÍTULO 24
Esa mañana en Alesanco se celebraban los múltiples funerales de Abel, Cesar y todas las víctimas
de la explosión. Habían tardado mucho en juntar los trozos de cadáveres de la explosión del bar
de la plaza y de identificar a las víctimas. Pero el Inspector Aniceto estaba junto a su mejor
agente, el agente Melé en otro sitio, muy cerca del pueblo.
El Inspector Aniceto estaba agachado en el patio de detrás de la ermita. Aniceto se levantó y
miró alrededor, ya no quedaba nada, la tarde del día anterior se habían llevado todos los cuerpos
a medio calcinar y los vehículos quemados. Una pareja de viejecitas que iba paseando a la ermita
había avisado a la policía de que había fuego en la ermita. Y ahora era el día siguiente, y Aniceto
estaba seguro de que tenía que a ver alguna pista más allí. Ya habían revisado todo muchas
veces y no había huellas en el perímetro exterior. Dentro de la casa había múltiples huellas en
los objetos que no se habían quemado del todo. La casa estaba patas arriba, pero por fin el
Inspector Aniceto había descubierto donde estaba el laboratorio de Haricotiza, la Haricotiza
original. Mientras tanto el agente Melé hablaba por teléfono. Aniceto rodeó el edificio de la
ermita de Alesanco y entró otra vez en la casa de la ermita. Ya no había puertas, estaban todas
reventadas. Entonces el agente Melé entró:
-“ Inspector ya han identificado a todos los cuerpos que había aquí ayer.”- Dijo Melé.
-“¿ Y las huellas de todo este inmueble?”- Preguntó Aniceto.
-“ Esta tarde estarán jefe.”- Dijo Melé.
-“Volvamos al cuartel, quiero una lista de todos los nombres, apellidos y direcciones de todos
los cadáveres, para ya.”- Dijo Aniceto.
Salieron de la casa de la ermita y con el coche de Aniceto enseguida llegaron al cuartel. El cortejo
fúnebre se veía a lo lejos cruzar desde la carretera hasta el camino del cementerio. Una vez en
el cuartel, recibieron por fax la lista del nombre de los cadáveres. Tras un rato pensando, el
Inspector Aniceto decidió ir a interrogar a la madre del Cheetos, pues debido a su amplio
historial era la persona más probable que tuviese que ver algo con el comercio de la Haricotiza.
Las demás victimas del suceso en la ermita fueron repartidas entre los agente de la guardia civil,
para que visitasen a sus familiares.
Mientras el Inspector se dirigía a Torrecilla para interrogar a la madre del Cheetos, María se
desperezaba en una viña. Estaba hambrienta, tenía mucho dolor en el cuello y en el culo, y una
tortícolis terrible, había dormido a la intemperie. Miró a ambos lados al principio incrédula, sin
saber dónde estaba, pero en pocos segundos volvió a la realidad. Se levantó y se acercó al
camino que había al lado de la viña donde se encontraba. No había nadie. Sacó de la mochila su
móvil y vio que le quedaba poca batería, tenía unas ganas locas de volver a casa, pero no sabía
si aún le seguían buscando, así que decidió llamar a casa. Decidió llamar a casa de su abuelo, al
fijo. María marco el número de filo.
-“ ¿ Quién es?, María?.”- Dijo Una voz.
-“ Hola abuelo, soy yo María.”- Dijo María.
-“ Oh dios mío hija, pensaba que te había pasado algo. Acabamos de venir del entierro de tus
amigos y de los de la plaza y de todos. Acaba de venir la policía a decirnos que tu hermano
Alberto está muerto.”- Dijo Filo llorando.
-“ Joder, ya lo sé, tranquilo abuelo, estoy bien. No te preocupes por mí.”- Dijo María.
-“ Hoy han venido a preguntar por ti unos chicos, con cara de malos. Les he dicho que no sabía
nada de donde estabas. No te juntes con malas gentes, hija.”- Dijo Filo.
-“ No les digas nada abuelo, esos son los que mataron a Alberto. No te preocupes, tengo que
solucionar algo antes de ir a casa. Estaré bien.”- Dijo María triste.
-“ Como encuentre a esos cabrones les meto un abejonazo. Cuídate hija, anda. Y…”- Estaba
diciendo Filo, y el teléfono móvil de María se quedó sin batería y se apagó.
María se quedó mirando el teléfono y maldiciendo. Tal y como temía esos cabrones habían
matado a su hermano. No sabía quiénes eran, pero la chica negra que vio disparar desde detrás
de un todoterreno le sonaba mucho. Estaba claro que no podía volver a casa, que la estaban
buscando. Así que se colgó a la espalda la mochila y se dispuso a caminar otra vez entre los
campos. A las dos horas, se metió una rayita de la poca Haricotiza que le quedaba y guardó el
resto en su bolsillo derecho, parecía que volvía a tener que pasar otra noche a la intemperie.
Natalia y Richi seguían tirados en el suelo del cuarto donde los habían encerrado la tarde
anterior. Cuando llegaron en el todoterreno de Carlos Estévez, entraron por la parte trasera del
complejo de Hermanos Cerdo, había varios pabellones cerrados que eran las cuadras de los
animales. Pero el todo terreno entró en uno de los pabellones. Natalia y Richi pudieron ver que
ese pabellón no estaba destinado a cuadras, era más bien un aparcamiento. En el pabellón en
el que entraron había unos 5 todoterrenos de diferente gama y modelo, pero estaba claro que
no eran para las actividades cárnicas de la empresa. Junto a los coches Natalia pudo ver que
había un coche de la guardia civil, en perfecto estado. Después a empujones sacaron a Natalia y
a Richi del garaje camuflado, cruzaron un par de pabellones más y abriendo una pequeña puerta
en la pared de uno de los pabellones los empujaron dentro y los cerraron con llave, y hasta
ahora.
-“ Joder, donde coño estamos, que dolor de cuello.”- Dijo Richi despertándose.
-“ Son las 12:00 del mediodía y estamos encerrados en un cuarto de limpieza.”- Dijo Natalia
totalmente despierta.
-“Pues huele a cerdo que tira para atrás. Viste con qué facilidad mataron a Alberto?. Esto se nos
ha ido mucho de las manos Natalia.”- Dijo Richi.
-“Joder, ya lo sé. Creo que si queremos vivir tendremos que hacerles caso en todo lo que nos
digan. Hombre, a cerdo tiene que oler, al fin y al cabo estamos en una granja.”- Dijo Natalia.
Estaban rodeados de cubos de limpieza, cubos de fregar y un par de escobas. También había
una pequeña taquilla que estaba cerrada con un candado. Entonces se abrió de golpe la puerta.
Carlos Estévez estaba de pie en frente de la puerta y dos de sus hombres entraron en el cuartito
y cogieron a Richi y a Natalia levantándolos del suelo y forzándoles a que los siguiesen.
-“Siento mucho que hayáis tenido que pasar la noche ahí, pero es que todo esto nos ha pillado
de sorpresa.”- Dijo Carlos Estévez.
Carlos Estévez seguido de dos de sus hombres, Natalia y Richi comenzaron a andar entre los
pabellones que había dispuestos en fila. Los pabellones destinados a cuadras de animales
estaban ubicados en la parte trasera del complejo cárnico de Hermanos Cerdo, justo detrás del
edificio que era el matadero. Llegaron al último y Carlos Estévez saco una llave y abrió una puerta
metálica situada en una gran puerta de acero. Al abrir la puerta el olor a cerdo se hizo mucho
más fuerte.
-“No os preocupéis, abajo no huele a cerdo, tranquilos.”- Dijo Carlos Estévez.
Natalia y Richi se miraban sin decir nada.
Los hombres que iban vestidos con el buzo de la compañía los empujaron por la puerta y
seguidos por Carlos Estévez entraron en el pabellón.
Era un gran pabellón, con un pasillo central y cuadras de cerdos y cerdas dispuestos a los lados.
Los cerdos estaban sueltos y andaban a sus anchas en una especie de corralitos delimitados por
cercas del mejor acero. Todo estaba cuidado al milímetro y todo el sistema de limpieza y
alimentación era informático. Cruzaron por el pasillo principal hasta llegar a la mitad del mismo.
Se quedaron quietos en el centro del pabellón, junto a un pequeño panel de mandos.
-“Bueno, pues aquí están vuestras nuevas dependencias.”- Dijo Carlos Estévez a la vez que
pulsaba una combinación de mandos del panel.
Entonces justo al lado de ellos dentro de una de las cuadras, los cerdos se empezaron a mover
inquietos. El suelo empezó a emitir un pequeño ruido y los cerdos se fueron alejando. El suelo
empezó a moverse y Carlos Estévez salto la pequeña cerca de metal y se metió en el corral, junto
a los animales.
-“Nunca se acostumbran a esto, malditos animales. Pero son lo bastante listos como para no
caerse por el agujero. Vamos seguirme.”- Ordeno Carlos Estévez.
Entonces Natalia y Richi lo vieron. Carlos Estévez desde el panel de control del pasillo había
accionado una especie de compuerta que se encontraba en el suelo del corral, había una puerta
camuflada dentro del maldito corral. Natalia y Richi cruzaron la cerca del corral y entraron en la
cuadra, los cerdos se apartaban de su lado, Natalia y Richi no tenían miedo, pese a tratarse de
cerdos de gran envergadura. Carlos Estévez bajó por las escaleras que habían quedado a la vista
en el hueco del suelo. Cuando piso el primer peldaño metálico las luces de dentro del agujero se
encendieron, después bajaron Natalia, Richi y los dos hombres de Hermanos Cerdo.
Estaban debajo de las cuadras en un sótano de más de 300 metros cuadrados, era
impresionante. Y todo por lo alto, había sistemas de ventilación, sistemas de seguridad para la
entrada y salida del sótano, cámaras de vigilancia e internet.
Una vez los 5 abajo, Carlos Estévez ordenó a sus hombres que quitasen las bridas a Natalia y
Richi.
-“Bien, pues aquí estamos. Esta gran sala es el laboratorio principal. En un principio iba a ser
destinado a producir y cortar cocaína y metanfetamina, pero los nuevos tiempos cambian, la
Haricotiza ahora mismo es mucho más rentable.”- Dijo Carlos Estévez.
Era un laboratorio impresionante, en el centro de la estancia había varias mesas de trabajo. Un
par de ordenadores en una mesa en una esquina. Y había dos puertas al fondo de la sala, que
no se sabía dónde daban.
-“ Aquí tenéis todas las herramientas que necesitáis para producir y fabricar la Haricotiza. Solo
vais a estar aquí los dos. Encerrados. La puerta de la derecha del fondo es el baño y en el cuarto
de la otra puerta hemos habilitado un par de camas. No pensábamos utilizar esto como un hotel,
pero así son las circunstancias compadres.”- Dijo Carlos Estévez.
-“No podéis encerrarnos aquí, cabrones. Tenemos que comer.”- Dijo Richi.
-“Modera tu lenguaje jovencito. La escotilla que hay en la pared junto a ese armario es la puerta
del montacargas. Ahí os bajaremos todo lo que necesitéis, y por ahí vais a subir la Haricotiza.
Evidentemente hemos cortado el internet aquí, y además tenemos gente vigilándoos las 24
horas del día.”- Dijo Carlos Estévez señalando las cámaras de vigilancia.
-“No vamos a hacer una puta mierda.”- Dijo Natalia.
-“Pero que desconsiderados son estos cuates. Os he puesto el mejor laboratorio que hay en toda
Europa en vuestras manos y así me lo pagáis? Simplemente tenéis que trabajar aquí como
internos. Creo que es una situación inmejorable viendo como están las ofertas de trabajo en
este país. Contrato indefinido, jaja.”- Dijo Carlos Estévez.
-“ No vamos a hacer esto , joder.”- Dijo Richi.
-“ Esta bien, pero quiero una CBR, la moto.”- Dijo Natalia.
-“ ¿Qué?.”- Dijo Richi.
-“ Haz caso a tu amiga, no os lo estoy pidiendo, os lo estoy ordenando. Si no colaboráis os mato,
así de simple. Nadie sabe donde estáis. Si os portáis bien os compro 2 CBR a cada uno.”- Dijo
Carlos Estévez.
Natalia y Richi se miraron.
-“Éste no tiene carnet.”- Dijo Natalia señalando a Richi.
-“ Jajaja, Ya vale de chorradas. Necesito el nombre de vuestro proveedores pero ya! Quiero una
lista con todo lo que necesitáis para empezar a fabricar Haricotiza desde mañana, así que
apunta.”- Dijo Carlos Estévez cogiendo de una estantería un cuaderno y dándoselo a Natalia.
Natalia dudó al escribir, se quedó con el boli que uno de los hombres de Carlos Estévez le había
dado, mirando fijamente el papel.
-“Llevamos siguiéndoos semanas, lo sabemos todo sobre vosotros y sobre ti, Natalia, todo sobre
la explosión del bar. Xenia Panchitez sabe fijarse muy bien en todo.”- Dijo Carlos Estévez.
-“¿ De qué está hablando, Natalia?”- Preguntó Richi.
-“Sabemos que teníais a alguien dentro de la harinera de Nájera, y alguien más se veía con María.
Quiero sus nombres ahora.”- Dijo Carlos Estévez.
Natalia apuntó todo lo que sabía sobre Mohamed, el amigo de Edu y también todo lo que sabía
sobre Chin Lú , el chino que les pasaba la tiza rosa. Después arranco la hoja y se la dio a Carlos
Estévez.
-“Perfecto. Ahora apunta todo lo que necesitáis para la fabricación de la Haricotiza. Aquí. Ahora
dentro de un rato vuelvo. Hay un par de cabos sueltos que tengo que solucionar.”- Dijo Carlos
Estévez dirigiéndose hacia las escaleras de salida.
Natalia y Richi se miraron y miraron a Carlos Estévez.
-“Aquí en este panel de control tenéis el telefonillo para llamar arriba con cualquier cosa que
necesitéis. Cuando tengáis la lista de materiales nos avisáis. Bienvenidos a Hermanos Cerdo.”-
Dijo Carlos Estévez y desapareció por las escaleras. Justo después la puerta se cerró.
-“ No pienso darle la fórmula de la Haricotiza, si lo hago estamos muertos.”- Dijo Natalia.
-“No creo que salgamos vivos de aquí, y además no creo que vuelva echarme un vino nunca
más.”- Dijo Richi melancólicamente.
Esa misma tarde, estaba Chin Lú contando el dinero de la caja en su bazar chino, casi era la hora
de cerrar. No había nadie, su hermano se había ido ya a casa. Entonces entraron 3 hombres
vestidos de negro con pasamontañas en la tienda. Uno de ellos se acercó a él desde el otro lado
del mostrador y le apunto con la pistola.
-“Aquí tiene todo el dinero, no tengo más, no me haga nada.”- Dijo Chin Lú.
Entonces el atracador, que en realidad era una mujer apretó el gatillo. Los sesos de Chin Lú
mancharon la estantería que había detrás del mostrador de la tienda. El cuerpo de Chin Lú se
apagó, se quedó shin luz. Después los 3 atracadores salieron rápidamente de tienda con el
dinero de la caja. Se montaron en el todoterreno oscuro y huyeron rápidamente. Una vez en el
coche, Xenia Panchitez, que iba de copiloto, se quitó el pasamontañas.
-“ Tomar una propinilla.”- Les dijo a los dos hombres, dándoles el dinero de la caja.
Chin Lú había muerto, había un cabo menos que atar.
Justo al atardecer María encontró una hortaliza a la altura de Azofra donde había una pequeña
caseta, había encontrado un lugar donde pasar la noche.
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